Vista general del claustro

El convento de jerónimas de Santa Marta

Entre 1985 y 1998, las imágenes del Santísimo Cristo de la Misericordia y Nuestra Señora de las Lágrimas en su Desamparo permanecieron custodiadas en el convento de Santa Marta, de madres jerónimas, mientras estuvo cerrada la iglesia parroquial de San Pedro a causa de las obras de restauración que sufrió durante esos años.

La acogida de las religiosas y la convivencia con los hermanos crearon unos vínculos espirituales que no se deshicieron, ni mucho menos, cuando las citadas imágenes regresaron a su sede canónica.

Ya en 1992 la Hermandad otorgó a la comunidad el título de Hermano de Honor, y la orden firmó carta de hermanamiento con nuestra cofradía. Además, desde el primer momento las religiosas entraron a formar parte de los destinatarios de la obra social y caritativa de la Misericordia, que periódicamente les ayuda económica o materialmente en sus necesidades.

Para dar a conocer mejor esta vinculación, incluimos a continuación algunos datos sobre el convento de Santa Marta,


La fundación

La orden jerónima masculina se fundó en 1373, siguiendo la espiritualidad de San Jerónimo y Santa Paula.

 

Santa Marta es el convento de clausura más antiguo de Córdoba. Se fundó en septiembre de 1464, siendo Papa Pablo II y obispo de Córdoba el jerónimo Fray Gonzalo de Illescas; desde entonces, y de forma ininterrumpida hasta hoy, ha habido religiosas jerónimas en él. Ni siquiera le afectó la Desamortización de Mendizábal, que en 1835 supuso la ruina y desaparición de gran parte de los conventos y monasterios españoles (y, entre otros, del gran convento de San Jerónimo de Valparaíso, aunque de éste, afortunadamente, se conserva el edificio). El convento es Bien de Interés Cultural desde 1980.

 

Es también uno de los más conventos antiguos de la rama femenina de la orden jerónima, ya que fue el segundo que se erigió en esta congregación (el primero fue el de San Pablo, en Toledo, constituido el mismo año). Como otros de su misma orden, al principio funcionó como beaterio, es decir, como grupo de mujeres que servían a Dios y hacían vida en común pero sin la regulación propia de un cenobio.

En 1475 el Papa Sixto IV ordenó al prior general de los jerónimos redactar las Constituciones para este convento; la regla ya había sido redactada cuatro años antes, por lo que tras el decreto del Papa sólo hubo que legalizar la situación aprobando dichas Constituciones. En 1491, a petición de Catalina Torquemada, el beaterio se convirtió formalmente en convento.

 

Desde el principio la aristocracia cordobesa, especialmente las familias de los Cárdenas y los Fernández de Córdoba, ayudaron materialmente a la orden jerónima. De hecho, el convento tuvo su sede, desde el principio, en una casa cedida por los Condes de Cabra (Fernández de Córdoba), aunque con el tiempo se fue ampliando con la adquisición de casas vecinas.

La iglesia

Iglesia del convento de Santa Marta (fotografía en 360º)

Coro bajo del convento de Santa Marta (fotografía en 360º)


La portada de la iglesia, de estilo gótico tardío, fue proyectada y construida por Hernán Ruiz I, y fue terminada en 1511.

La iglesia propiamente dicha tiene una sola nave, como todas las iglesias de la orden jerónima. Mide 28 metros de larga por 8,5 de ancha. Comenzó la construcción en 1470, con licencia del obispo Pedro de Córdoba y Solier, y terminó hacia 1490. El primer arquitecto fue Gonzalo Rodríguez, padre de Hernán Ruiz I, que continuó las obras a la muerte de su progenitor.

Durante un siglo entero la iglesia no tuvo retablo: parece ser que sólo había pequeñas hornacinas con imágenes de poco valor.

El retablo principal fue contratado inicialmente en 1582 con el tallista Andrés de Ocampo y el pintor Baltasar del Águila, aunque el contrato definitivo, en el que Ocampo se comprometió a terminar su trabajo en un año, se firmó el 6 de julio de 1592. El retablo tiene banco o predela y tres cuerpos de altura, con cuadros y esculturas que representan a santos diversos. El mérito principal de este retablo, aparte de su antigüedad (en Córdoba hay muy pocos retablos renacentistas) es que apenas ha sido modificado en sus más de cuatro siglos de historia: las únicas modificaciones destacables han sido la incorporación de la imagen de San Jerónimo que preside la hornacina central, que llegó en 1854, procedente del monasterio de San Jerónimo de Valparaíso (cuyos monjes fueron exclaustrados, como sabemos, tras la Desamortización de 1835); la estatua de San Jerónimo está atribuida a Pietro Torrigiano, escultor italiano del siglo XVI que labró asimismo el San Jerónimo conservado en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

 

Son también destacables los retablos de San Jerónimo (situado frente a la puerta principal; data del siglo XVII pero no se ha documentado su autor) y de la Virgen de la Piedad, más pequeño, situado en el lado de la epístola junto al coro bajo: es del siglo XVIII y de indudable belleza, aunque también sin documentar.

 

(Datos obtenidos del libro Los monasterios de jerónimas en Andalucía, de María Concepción Fernández-Díaz Tapia, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1976).

El carisma

Las religiosas jerónimas siguen la regla de San Agustín, y centran su espiritualidad en tres puntos principales: el estudio de la Sagrada Escritura, la solemnidad de las ceremonias litúrgicas y la hospitalidad.

El patio de recibo al convento de Santa Marta

En el año en que se cumple un siglo del primer Concurso de Patios Cordobeses, la Comunidad de Religiosas Jerónimas de Santa Marta y la Hermandad de la Misericordia y los Santos Mártires de Córdoba, entidades hermanadas y muy vinculadas espiritual y materialmente, hemos querido colaborar con esta efeméride abriendo al circuito de Patios Cordobeses el Patio de recibo al convento.
Históricamente, los patios de recibo a recintos monacales servían de transición entre la vida bulliciosa que se desarrollaba fuera de los muros y el recogimiento, la paz y el silencio propios de la vida religiosa y retirada del mundo, aunque muchas veces, como en este caso, el convento se situara en el mismo corazón de la ciudad.
El Patio presentado al concurso, que es uno de los seis que existen en el Monasterio, pretende ofrecer al visitante un tiempo de descanso, físico y espiritual, e invita a conocer y valorar la vida discreta y laboriosa de las religiosas que habitan y comparten este espacio con el espíritu colectivo de convivencia que hizo reconocer a la Unesco a los patios como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.


Nombramiento de la Comunidad Jerónima como Hermana de Honor de la Misericordia

El Cristo de la Misericordia en Santa Marta, en 2019

La Hermandad de la Misericordia y el convento de Santa Marta

En el año 1985 las imágenes de la Hermandad de la Misericordia se trasladan al convento de Santa Marta, donde permanecen hasta 1998. En el año 2019 regresan durante seis meses al convento (en ambas ocasiones por obras y cierre de San Pedro).
En 1992 la Hermandad otorgó a la comunidad jerónima el título de Hermano de Honor. En el año 1993 se acuerda un hermanamiento mutuo entre la Comunidad Jerónima y la Hermandad. Desde la citada fecha la Hermandad de la Misericordia viene contribuyendo y participando en los trabajos de mantenimiento y conservación del conjunto de instalaciones, espacios y edificios que forman parte del Monasterio de Santa Marta. Asimismo, la Hermandad realiza las labores propias de sus fines estatutarios de forma continuada, tanto de carácter asistencial como de culto con la Comunidad Jerónima del citado Monasterio.


Puerta Oeste, que comunica con la clausura

Puerta Norte, que da acceso a la iglesia

El patio y su simbología

El patio tiene cuatro puertas, orientadas a los cuatro puntos cardinales, cada una de las cuales tiene su simbolismo.
La puerta Sur, de entrada al patio, abre paso de la vida bulliciosa del exterior al silencio y recogimiento interior del convento.
La puerta Este, da entrada a la Hospedería, donde se alojan personas vinculadas con la Orden Jerónima y que cumple con la hospitalidad que caracterizó a Santa Marta (patrona de HOSTECOR).
La puerta Oeste es la puerta de entrada a la clausura, donde se desarrolla la vida diaria de la Comunidad, basada en el trabajo manual y en el estudio y veneración de la Sagrada Escritura.
La puerta Norte, con su magnífica portada de estilo gótico tardío, se abre a la iglesia, lugar de oración, con un cuidado muy especial de la liturgia por parte de la Comunidad.