Desde los primeros siglos del Cristianismo, la religiosidad popular entendió la importancia del Santísimo Sacramento y arraigó la devoción hacia Jesús Sacramentado. La proliferación de hermandades del Santísimo Sacramento en las parroquias cordobesas durante el siglo XVI es un buen síntoma de ello, y en la actualidad las cofradías mantienen esta devoción, que se manifiesta públicamente cada año en la presencia en la procesión del Corpus Christi.
El Santísimo Cristo de la Misericordia es una imagen de Cristo crucificado, de autoría anónima y datable, según los estudios realizados sobre él, a finales del siglo XVI.
El profesor Rafael Rivera Valle, que lo sometió a una minuciosa restauración en 1983, explicó que, en su opinión, representa el momento del desplome, es decir, el inmediatamente posterior a la Expiración, aunque la presencia de la llaga en el costado no parece confirmar esta teoría.
La imagen se puede catalogar en el estilo manierista, y muestra con un perfil muy estilizado y una cintura significativamente estrecha. La cabeza aparece inclinada hacia su derecha, los ojos y la boca están ligeramente entreabiertos y la colocación de la melena deja al descubierto con claridad la parte izquierda del rostro.
El Santísimo Cristo de la Misericordia comparte características de las llamadas escuela sevillana y escuela granadina de la escultura andaluza de su tiempo, por lo que no es fácil adscribirlo a una u otra. En cualquier caso, la finura de la talla y la delicadeza de la anatomización muestran sin duda alguna la mano y las gubias de un artista perfectamente conocedor de la técnica imaginera.
Como queda dicho, no se conoce el nombre de su autor ni la fecha exacta de su creación o consagración, ya que durante la citada restauración operada en 1983 se encontró en su interior un documento escrito, pero que hacía referencia exclusivamente a otra restauración anterior, operada en 1939 y llevada a cabo por el artista cordobés Rafael Díaz Peno, director artístico de la hermandad durante muchos años.
Lleva la imagen sus potencias originales de plata sobredorada, cinceladas en 1800 por el orfebre cordobés Mateo Martínez Moreno.
En artística urna de plata del siglo XVIII, se conservan en la capilla del Sagrario de la Basílica de San Pedro las sagradas reliquias de los Santos Mártires de Córdoba, halladas en el susbsuelo de dicho templo en 1575.
Según la investigación llevada a cabo sobre dichas reliquias —en 1997 y 1998— por los doctores Ángel Fernández Dueñas y Felipe Toledo, en la urna hay restos humanos de dos épocas distanciadas por varios siglos, que perfectamente podrían corresponder al tiempo transcurrido entre las persecuciones romana y califal.
En efecto, en Córdoba hubo dos oleadas de persecución religiosa contra los cristianos, la primera en el siglo IV, en época romana, y la segunda en época califal, que alcanzó su mayor virulencia en el siglo X. A ellas hay que añadir a persecución del siglo XX, que afectó entre 1936 y 1939 a muchos cristianos cordobeses, algunos de los cuales han sido ya beatificados.
De estos últimos no hay, por el momento, restos materiales en la reliquia de San Pedro, pero se han integrado como Mártires de Córdoba entre los titulares de la Hermandad.
Los Santos Mártires son un testimonio devocional de primera magnitud y un ejemplo para los cristianos de todos los tiempos.
Nuestra Señora de las Lágrimas en su Desamparo es una imagen de autoría anónima, que –al haber sido titular de una hermandad de los Dolores fundada en los años finales del siglo XVII– tuvo que ser tallada, como mínimo, en la fecha citada (último tercio del siglo XVII), si bien algunas opiniones adelantan su creación hasta un siglo antes.
Su aspecto externo no difiere sustancialmente del de tantas otras imágenes de su estilo y época: es una imagen de vestir, con una estatura de 1,64 metros, ojos grandes con pestañas naturales y lágrimas de cristal, a razón de cuatro por mejilla, y boca entreabierta que deja ver algunos dientes. Parece ser que las manos son de época posterior.
Al hacerse cargo de la efigie la hermandad de la Misericordia, en 1950, fue sometida a una primera restauración por Rafael Díaz Fernández; en dicha restauración se descubrió que el rostro no es de madera tallada, sino de terracota policromada.
Otra restauración, que consistió exclusivamente en la reparación de algunas pequeñas grietas, le fue practicada a la imagen en 1978 por Manuel Camacho Melero. En 1987 Ignacio Torronteras Paz le hizo un nuevo candelero y adelantó ligerísimamente su torso.
En 2009 la imagen fue objeto de una sustancial restauración realizada por Enrique Ortega.