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El olor del azahar mojado

El azahar había regado con su blanco perfume las piedras mojadas de la plaza de Aguayos. Charcos pequeños reflejaban el triunfo de San Rafael como un mosaico inacabado. Amanecía un Miércoles Santo que todos sabíamos que iba a ser distinto, pero que todos queríamos que fuera pleno.

El viento barrió varias veces la mañana en la Basílica y en sus alrededores. De vez en cuando, el cielo desnudaba su azul purísimo despojándose parcialmente del filtro algodonoso de las nubes blancas, pero inmediatamente volvía a vestirse la pesada capa pluvial que muestra todos los matices del color gris.

Mientras la lluvia se dejaba caer de forma intermitente, el arcángel de la espadaña daba vueltas, alocado como si no supiera hacia qué lado mirar.

Abrieron las puertas de la Basílica a las diez. Quienes iban entrando (hermanos, devotos, paseantes, turistas) intuían que a las siete y diez de la tarde no se abriría la puerta principal para dejar salir la Cruz de Guía. Algunos, sin embargo, disparaban un rayo de optimismo:

-¿No podrán sacar a la Virgen un momento, sólo para que pase por mi casa y mi madre le pida salud desde el balcón?

Así hablaba una señora.

Lo ocurrido los días anteriores de la Semana Santa, y sobre todo el Martes Santo, inyectaba a dosis graduadas, en el corazón de los hermanos de la Misericordia, el cálido sedante de la resignación. No habría sorpresas.

Sin embargo, todos queríamos que fuera pleno un Miércoles Santo que, de forma anticipada, sabíamos que sería distinto.

Llegó el alcalde de Córdoba, José María Bellido, en protocolaria visita para saludar a los hermanos, desearles suerte y rezar unos instantes ante los titulares.

También pasaron, fieles a su amistosa costumbre, las bandas que acompañan a nuestros titulares (Caído-Fuensanta en el Santísimo Cristo y María Santísima de la Esperanza con Nuestra Señora), que dejaron sendos ramos a los pies de los pasos.

Y llegaban cofrades antiguos -Cayetano y Miguel MelguizoJosé Fernández Pedrosa, Fernando Rodríguez Alcalá-, en cuyos ojos se combinan aún las miradas de los años difíciles de la Hermandad y la alegría del crecimiento actual, cuyas semillas ellos sembraron. Y turistas asombrados: franceses de Montpellier y de Angoulème, italianos de Puglia... hasta sevillanos de Triana.

A las doce se rezó el Ángelus, en un saludo devoto a Nuestra Señora de las Lágrimas en su Desamparo, que desde su solio de malva y oro -exornado de rosas  de blanco roto-seguía mirando frente a frente, como cada año, a su Hijo, el Santísimo Cristo de la Misericordia, clavado en la Cruz sobre su paso en un calvario de claveles del color de la sangre.

Acto seguido, el Hermano Mayor, José Manuel Maqueda Estepa, pronunció unas palabras antes de ofrecer a N.H.D. Antonio Varo Pineda una réplica a escala del Santísimo Cristo de la Misericordia, como reconocimiento a su larga trayectoria como cofrade. Con palabras emocionadas, el receptor del obsequio sólo dijo: «Yo no soy modelo de nada, y -señalando a los titulares- Ellos son los únicos modelos que tenemos que seguir».

A continuación, el Hermano Mayor hizo el ofrecimiento a N.H.D. Rafael Romero del Rosal del recuerdo que le corresponde al cumplir este año 75 años ininterrumpidos de pertenencia a la Hermandad.

Se cerraron las puertas a las dos de la tarde.

 

Y llegó la tarde. A pesar de las pesimistas previsiones meteorológicas, los nazarenos de la Misericordia, cumpliendo estrictamente las instrucciones habituales, se dirigieron al templo vistiendo completamente el hábito de la Hermandad, cubiertos con el capirote y por el camino más corto.  

A las cinco y media comenzó la Santa Misa del Silencio Blanco. Nuestro ejemplar cuerpo de nazarenos asistió con atenta devoción al Santo Sacrificio que ofició nuestro consiliario, D. Domingo Moreno Ramírez. En la homilía, éste animó a los cofrades a ser profetas que animan al mundo, con sus palabras y con su vida, a seguir el camino de Jesucristo.

A las siete de la tarde, mientras en el exterior caía un intenso aguacero, la Junta de Gobierno se reunió en sesión extraordinaria -«Cabildo de Aguas»- para tomar la decisión de aprobar o cancelar la salida procesional; y diez minutos después, justo a la hora prevista para iniciar la estación de penitencia, se anunció a los hermanos el acuerdo, tomado por unanimidad, de suspender dicha estación. El Diputado Mayor de Gobierno, N.H.D. Miguel Calderón Marina, comunicó entonces el orden que se seguiría.

Hasta las siete y media, los hermanos pasaron ante los pasos de los titulares para rezar unos minutos ante ellos. Después, el Hermano Mayor pronunció un sentido mensaje en el que felicitó a los hermanos por su ejemplar comportamiento, y les agradeció su apoyo durante los ocho años que ha ejercido el cargo que abandonará dentro de unos meses. A continuación, el consiliario dirigió el rezo de las oraciones que semanalmente se rezan nuestros titulares.

A las siete y media, la banda de música «María Santísima de la Esperanza» ofreció, sólo a los nazarenos y costaleros, un breve concierto con tres marchas emblemáticas: Misericordia, Señor, de Dámaso Torres, Saeta cordobesa de Pedro Gámez Laserna y Lágrimas y Desamparo de Francisco Melguizo. Ni que decir tiene que esta última, que siempre emociona a los cofrades de la Misericordia, puso en esta ocasión un nudo especialmente difícil en la garganta de los presentes.

Se abrieron las puertas del templo a las ocho de la tarde, y comenzó el desfile de muchas personas que querían contemplar los pasos y rezar ante las imágenes en una intimidad en la que la luz de los faroles del Santísimo Cristo y de la candelería de Nuestra Señora eran casi la única iluminación del templo. La cola exterior se prolongaba unos doscientos metros pero avanzaba con fluidez; mientras, en el interior, el incienso se elevaba hasta impregnar las piedras más altas de la bóveda.

Aún subían las volutas cálidas y perfumadas del incienso cuando se cerraron las puertas a las diez y media. Se apagaron los codales de los faroles y las velas de la candelería.

Fuera, en la plaza de Aguayos, seguía lloviendo suavemente. En su rectángulo se concentraba, con generosa blancura, el olor denso y puro del azahar mojado.

Terminaba en la Misericordia un Miércoles Santo que se sabía, desde el principio, que iba a ser distinto del deseado. Pero no por ello menos intenso

Fotos de la mañana

Fotos de la tarde

Vídeos del concierto de marchas


Foto de 360º de la Basílica de San Pedro instantes antes de comenzar la Misa del Silencio Blanco. Con el dedo (si está en un móvil) o con el ratón (si está en un ordenador) puede mover la imagen. Haciendo clic donde pone "Fisheye"  (esquina superior derecha) podrá pasar a otras formas de ver la misma foto.